El intérprete Nacho Rubio es un enamorado de la cocina y los productos aragoneses. Polifacético actor, comunicador, escritor y realizador, este turolense siempre reserva tiempo para dedicarle a una de sus grandes pasiones: la cocina. Desde el Club Aragón Sabor hemos hablado con él para que nos cuente cómo ve el panorama alimentario actual, su relación con el mundo de la cocina, y sus secretos para llevar una vida saludable y feliz.
Actor, presentador, realizador, escritor... ¿podríamos añadir “cocinero” o “cocinillas? ¿Es la cocina otra de tus pasiones?
Cocinillas, cocinillas. Sin duda, la cocina es una de mis grandes pasiones y lo mejor de todo es que la puedo practicar a diario, como de hecho hago. Cocinar me relaja, me inspira, me conecta con lo más esencial de la vida y con la gente que quiero, que son quienes se comen mis platos.
En tus redes sociales y apariciones públicas siempre hablas de la importancia de seguir una buena alimentación. ¿Realmente estamos perdiendo nuestro apego a la dieta mediterránea? ¿Crees que falta concienciación social en estos temas?
Esta pregunta da para una tesis (risas). Es curioso lo de “la dieta mediterránea” porque es un invento americano, pero puntualizaciones impertinentes aparte, ya perdonaréis..., para mí lo más destacable de ese en realidad modo de vida, como aparece reflejado en la base de su pirámide, es el hecho de hacer de las comidas una celebración social, a nivel de núcleo familiar, de amigos…
Aunque a veces lo olvidemos, poder disponer y disfrutar de comida a diario es un pequeño lujo que no está ni mucho menos al alcance de todos, y construir alrededor de su elaboración y disfrute un pequeño evento cotidiano con gente a la que quieres hace más por tu salud que comprar el último superalimento traído de las remotas fuentes del Amazonas a 200 €/kg. Y eso, más que una selección u otra de alimentos, puesto que hay cien maneras de comer sano (la que promueve la dieta Mediterránea me parece genial), es lo que no debemos perder, haciendo frente a la velocidad de nuestra sociedad, el aislamiento de la hiperconectividad y esa trampa sobrevalorada llamada multitarea.
Foto de Daniel S Heredia
Hay que parar un tiempo para cocinar, comer y compartir con los tuyos. Y probablemente falte concienciación, pero sobre todo es un tema de educación. Esa gran responsabilidad de enseñar a comer recaía en las familias; ahora los consejos nutricionales los dan las revistas de tendencias o, cuando ya ha aparecido un problema de salud, un profesional sanitario, que en muchos casos solo ha recibido un curso de tres meses sobre nutrición. Los nutricionistas deberían estar integrados en el sistema de salud, con mucho más peso en la formación del ciudadano y, sin duda, debería haber más control sobre la publicidad.
¿Qué valor das como consumidor al origen de los productos y el proceso de elaboración?
Mucho, muchísimo. Soy un loco de la comida real, archienemigo de los ultraprocesados salvo contados productos u ocasiones especiales, un tarado de las etiquetas, un preguntón de mercado. A veces algún dependiente se me queda mirando con los ojos como platos cuando le pregunto de dónde son esas cerezas. “De Mercamadrid” me ha respondido algún novato más de una vez (risas). Fantástico, ¿pero allí han llegado desde Chile o desde el Jalón? Hay triple valor en elegir lo que consumimos: ajustar a nuestro presupuesto, cuidar nuestra salud y votar.
Dónde ponemos nuestro dinero tiene un impacto probablemente más profundo en la sociedad que la papeleta que escogemos en las elecciones. Y, por supuesto, también en el medio ambiente. Si compramos productos bio por conciencia ecológica y hemos pasado por alto que han venido en avión, mal vamos.
¿Cómo definirías el panorama agroalimentario aragonés?
Para mí, es apasionante. Aragón es una comunidad relativamente grande con una variedad de paisajes espectacular, desde selvas a desiertos: extensas planicies típicas de la meseta con plantaciones de cereal y forrajeras, huerta feraz, olivos, almendros y vides, secano y media montaña que dan las mejores frutas de hueso; pasto de calidad del que disfrutan ovejas, vacas y el delicioso ternasco; granjas de pollos y cerdos a la última en tecnología; truchas y ahora recuperando el esturión... Vamos, que solo nos falta el mar, que afortunadamente queda a la vuelta de la esquina.
Foto de Daniel S Heredia
¿Qué lugar ocupan los productos aragoneses en tu cocina?
Pues muy de fondo de armario, porque siempre hay básicos, desde aceite y aceitunas, vinos, quesos o algún curado o embutido. Y aunque en Madrid, donde vivo, el precio a veces sea alto, a menudo compro borraja de la huerta de Zaragoza, tomates rosas de Barbastro o melocotones de Calanda, y no solo por pura nostalgia sino porque son lo mejor del mundo.
¿Qué te parece la iniciativa Club Aragón Sabor?
Genial; hay que venderse. Nos guste o no (a mí a menudo no...), vivimos en una sociedad de mercado. En el sector alimentario, España es un paraíso, la variedad es enorme, y de eso nos beneficiamos todos, pero la competencia, interna y externa, es dura. En Aragón hay muy buen producto y ya va siendo hora de que los aragoneses aparquemos un poco ese característico perfil bajo nuestro para reivindicarnos. Una iniciativa como la del club, que dé a conocer el buen producto aragonés, me parece un acierto.
Además de la interpretación, tu trayectoria profesional está muy ligada a la cocina: programas de esta temática en televisión, el blog Spartan Gourmet, y hasta un libro de recetas… Con toda esa experiencia, seguro que puedes compartir con nosotros algún secreto “confesable” de cocina…
Lo dejaría en que nunca hago una paella sin cronómetro o que el ingrediente principal de todo plato es el amor. Pero sé que lo que queréis es una buena anécdota. Y tengo una buena. Lo más difícil que he hecho en mi profesión relacionado con la cocina fue participar en la obra de teatro “La cocina”. Resulta que cuando se estaba preparando ese montaje en el Centro Dramático Nacional, en el entorno de Sergio Peris-Mencheta, el director, Marta Solaz, actriz y pareja de éste, se declaraba fan de mi programa de recetas mientras que Víctor Pedreira, ayudante de dirección, insistía en que yo “controlaba” mucho de cocina.
Foto de Marcos G Punto
Aunque el reparto estaba cerrado, Sergio cedió a la presión y me testó pidiéndome que les echara una mano para repasar la lista de atrezzo (de cacharros, vaya) para señalar qué faltaba o sobraba. La información que les di resultó útil y le causé buena impresión. Pues resulta que al poco tiempo falló uno de los veintiséis actores y me ofrecieron entrar en el montaje, algo que para mí era un sueño, pero con la condición de ser además de actor, el segundo asesor sobre temas de cocina, el primero era Pepe Rodríguez, nada menos. Yo no había pisado una cocina profesional más que para saludar a algún chef en plan fan, pero mi señora me puso en contacto con Alberto Chicote y su mujer Inma, que me permitieron colarme en la de uno de sus restaurantes y sacar montañas de notas y vídeos que me permitieron ayudar a un elencazo de compañeros a parecer aún más profesionales de los fogones. Sudé la gota gorda como en mitad de un servicio multitudinario, pero por fin pude respirar tranquilo y orgulloso el día del preestreno cuando más de 300 profesionales de Facyre (Federación de Cocineros y Reposteros de España), encabezados por Mario Sandoval, nos ovacionaron tanto en el descanso como al final de la función.
Foto de Marcos G. Punto
Una buena anécdota a la que seguro que siguieron muchas más. Tu blog “Spartan gourmet” estuvo en activo durante nada menos que 6 años. ¿Qué recuerdos tienes de esa etapa?
Muy buenos, la verdad. El blog es el mapa de una importantísima parte de mi camino de búsqueda de una buena alimentación. Creo que hubo grandes hallazgos y también algunas grandes equivocaciones, pero de todo aprendí y de lo que más contento estoy es de que nunca perdí el espíritu crítico y las ganas de aprender. Recopilar, contrastar, traducir y resumir información para luego plasmarla en el blog con mi toque personal, me ha hecho aprender muchísimo sobre alimentación. Pero además me permitió trazar un puente entre mi trabajo, digamos en sentido amplio “la comunicación” y mi pasión por la cocina.
Gracias al blog llegó la oportunidad del hacer “Buenas compañías” en Canal Cocina y también el libro “Las recetas de Miranda”. Y, hablando de recetas, el cuaderno de recetas público del blog sigue siendo muy útil, hasta yo mismo las consulto (risas).
Como cocinero, ¿con qué tipo de cocina te identificas más? ¿Qué platos son con los que más disfrutas cocinando?
Cocina de mercado de múltiples influencias. Variada, fresca y colorida, podéis echar un ojo a mi cuenta de Instagram. Una montaña de verduras y hortalizas y a partir de hay vamos sumando. Me encantan los platos tradicionales españoles, aunque esquivo o aligero lo máximo posible los contundentes platazos con bien de harina y grasa. Me influye mucho la cocina oriental, tanto china, como japonesa o del sudeste asiático, también la cocina francesa (tengo debilidad por la mantequilla) y ,sin duda, todo el mediterráneo, tanto el norte como el sur.
¿En qué proyectos profesionales estás trabajando actualmente y cuáles van a ser tus próximos compromisos profesionales?
Vengo de una etapa muy prolífica que además se ha dado a la vez que los nacimientos y primeros años de mis hijas y ahora he decidido parar un poco, porque francamente voy con la lengua fuera. No obstante, estoy a punto de estrenar la película “Los futbolísimos”, que espero que sea un éxito y haya una segunda parte pronto, tengo otro libro con muchas recetas en el horno y he retomado un poco mi faceta de realizador (será que como mis hijas no me hacen mucho caso tengo necesidad de mandar un poco...) (risas).
Como padre de familia, ¿qué valores intentas transmitir a tus hijas en cuanto a alimentación? ¿Cómo ves a las nuevas generaciones en este aspecto?
Lo más importante: hay que comer comida real. Como he señalado antes, están un poco desprotegidas; el bombardeo publicitario de los ultraprocesados es brutal. Lo suyo es ver poco la tele (risas). Creo que no pasa nada por darse caprichos, pero tienen que ser eso, caprichos ocasionales, la base de la alimentación no pueden ser galletas ni zumitos de bote. Otra cosa que me gusta mucho es que se aficionen a la cocina, que me vean mucho cocinar y que ayuden, que entiendan que es un proceso, una transformación, que lleva trabajo pero que trae un enorme disfrute. Porque si te aficionas a cocinar, tienes ganada media batalla por una buena salud.