"El reto es llegar al cliente que busca tu producto, conseguir que lo pruebe"
Hemos charlado con Antonia de Molina, actual propietaria junto a su hermana Concha de la cooperativa De Molina, una empresa familiar que lleva más de 60 años produciendo encurtidos y aceitunas en Caspe. Antonia nos ha hablado sobre las peculiaridades que tiene el cultivo de la oliva, el valor diferencial de su producto y de los retos a los que se enfrentan como empresa alimentaria.
¿Cómo nace de Molina?
Nace en 1954 y nuestra abuela Concha fue la fundadora. En la zona de Caspe la aceituna de mesa era muy habitual, los encurtidos se elaboraban en casa, pero no se comercializaban y mi familia vio un nicho de mercado y posibilidad de trabajo y decidieron apostar por el encurtido, más que por la aceituna que ya había varias empresas.
En 2007 nos incorporamos nosotras, mi hermana y yo, e introdujimos una transformación de producto apostando por la calidad y la artesanía.
¿Qué os diferencia en el mercado?
Nuestra intención ha sido siempre cuidar al máximo el producto, nos daba mucho “coraje” que la aceituna estuviese denostada. Somos agricultoras, sabemos lo que cuesta cultivar cualquier materia prima y pensamos desde el principio que había que darle valor añadido, que el producto fuese reconocido. Cuando vamos a un restaurante y probamos una ensalada, reconocemos nuestra oliva, ese sabor tan personal nuestro. Nuestro objetivo es buscar un producto de máxima calidad y posicionarlo muy bien, consideramos que la aceituna tiene que estar muy bien valorada, ya que lleva detrás un proceso de elaboración muy intenso.
¿Cuál es el toque especial “De Molina”?
Con la aceituna, hemos conseguido algo curioso, que los olivares produzcan todos los años (normalmente producen un año sí, un año no) y esto ha sido gracias a un manejo, al abonado, al cultivo, a la poda, etc. A la hora de ponerlas en el almacén a fermentar, lo hacemos de forma natural. Algunas veces con especias, pero no llevan ningún acelerador ni producto químico. Otro de los secretos es que las dejemos fermentar a su ritmo, normalmente la aceituna empeltre reposa tres meses y nosotras la dejamos unos 12 meses como mínimo, de ahí que podamos sacar productos tan raros como bombones de oliva , mermelada de oliva, oliva con tomate seco…
¿Cómo habéis vivido la pandemia?
Ha sido difícil. Por suerte, somos una empresa pequeña pero tenemos diversificados los clientes, trabajamos con supermercados, tiendas gourmet y un poquito online Nos falló la pata de la hostelería, eso fue terrible, pero el resto ha seguido funcionando, hemos seguido trabajando.
¿Cuál es el principal reto en el sector alimentario?
Desde luego la gran competencia que hay, el saber llegar a ese cliente que busca tu producto. Por ejemplo, de aceituna negra hay muchísima oferta, por precio y por imagen de marca es difícil llegar a ese público, tienes que conseguir que lo prueben, allí es donde puedes abrir una punta de lanza, pero está complicado.
En Aragón somos un gran producto agroalimentario, en tu opinión, ¿presumimos poco de lo que tenemos?
En Aragón tenemos un dicho “no te des a entender” o “no destaques” y eso nos frena a los aragoneses. Nos da como vergüenza o pudor decir lo bueno que es nuestro producto, no somos capaces de creérnoslo. Si nosotros, como aragoneses, fuéramos capaces de consumir todo lo que se produce aquí, ganaríamos mucho todos. Nos falta vendernos mejor.
¿Cómo os movéis en los entornos digitales?
Somos muy novatas. Vamos poco a poco y aprendiendo, aunque lo primero es que nos falta tiempo y las redes sociales requieren tiempo. Nos dimos cuenta de que teníamos una laguna, hemos hecho varios cursos de redes sociales y vamos funcionando poco a poco. Vemos las redes sociales muy necesarias e importantes, son una ventana de nuestro producto al mundo, hemos llegado a agotar un producto tras publicar una foto en Instagram. No tenemos tienda online propia pero estamos en otras como , por ejemplo, en www.compartearagon.es.